Hijos que buscan a sus padres

Esta es la segunda parte de testimonios, que relata la lucha de los hijos de padres desaparecidos.

Dentro del Coloquio Desapariciones: Papás que buscan a sus hijos, hijos que buscan a sus papás, realizado el 16 de junio, en el marco del Día del Padre, convocado por el Centro de Derechos Humanos Fray Juan de Larios y Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila y en México (FUUNDEC-FUNDEM) se compartieron 13 testimonios de personas originarias de Coahuila, Tamaulipas, Ciudad de México, Puebla, Colombia y Argentina, donde se buscó reconocer el esfuerzo en las búsquedas de los hombres.

Esta es la segunda parte de testimonios, que relata la lucha de los hijos de padres desaparecidos.

La primera parte se puede consultar dando click en este enlace.

Heber Juan Sebastián Reveles Castañeda. Busca a su papá Heber Eusebio Reveles Ramos, desaparecido el 11 de mayo de 2009, en Francisco I Madero, Coahuila.

Mi papá está desparecido desde el 11 de mayo de 2009, a manos de Policías Municipales de Francisco I. Madero, Coahuila.

Ha sido una lucha interminable. Cuando el Estado se lleva a una persona, no se lleva sólo a la persona, se lleva entre las garras a toda la estructura familiar. Estaba a punto de cumplir siete años cuando perdí a mi papá. Fue un evento muy fuerte para mí. Algo que le agradezco a mi mamá, aparte de que nunca nos dejó, es que nunca nos escondió nada, siempre fue transparente. Nosotros crecimos sabiendo que mi papá fue víctima de desaparición forzada.

Desde el principio estuvimos siempre en las audiencias. Mi infancia transcurrió entre el Ministerio Público y Gobernación, gracias a eso sé más o menos cómo moverme en esos lugares desde temprana edad, tengo 21 años.

Durante mucho tiempo tuve mucho coraje. No sabía cómo encaminarlo. Ese coraje se manifestaba de muchas maneras que no eran sanas para mí. Un niño sin padre siempre está volteando a ver a los demás, y yo veía cómo celebraban a sus papás y yo no tenía eso.

Una persona a la que después de muchos años le agarré coraje, como no tienen idea, fue a uno de nuestros famosísimos gobernadores de Coahuila: Rubén Ignacio Moreira. Este cínico… Yo tenía 11 años, estaba a punto de salir de la primaria, estábamos en una reunión en Gobernación, fuimos a ver los avances de las investigaciones. Ese día le di una carta en la que le hablaba que estaba a punto de salir de la primaria, y pues no tenía mi papá, que no sabía cómo le habíamos hecho, pero que ya iba a acabar mi primaria. Al final de la reunión se acerca, me abraza y me dice: “Oye, hijo, vamos a hablar tú y yo solos”.

Me lleva a su oficina, a su despacho, y al final de la reunión me dice: “Hijo, ¿qué te hace falta para continuar con tus estudios?”

Me dio una hoja en blanco y una pluma. Yo tenía 11 años no sabía a qué se refería y en mi inocencia le pongo: una mochila, unos tenis, unos lápices…empecé a hacer mi lista de materiales y al final le dije: “Me hace falta mi papá, es lo principal”. Me miró a los ojos y con una sonrisa en el rostro me dijo: “Hijo, el día que te gradúes de la primaria tu papá va a estar aquí, yo te lo prometo, yo te lo voy a traer”. Ya pasaron 14 años. Estoy a punto de graduarme de la ingeniería.

Fueron detalles como ese lo que me han curtido desde mi temprana vida. El día de hoy, yo tengo a mi mamá y seguimos buscando a mi papá, y nunca hemos dejado que el tema nos afecte a tal grado de que no podamos continuar con nuestras vidas.

El mayor logro que puedo hacer es demostrarle a las personas como Humberto, como el gobernador, el exgobernador, y a las personas que se llevaron a mi papá, que aquí sigo como un roble.

Guadalupe Pérez Rodríguez, busca a su papá Tomás Pérez Francisco, desaparecido el 01 de mayo de 1990, en Puebla.

Cuando intentamos preguntar ¿qué pasa?, ¿qué rompimiento se genera con una desaparición? Intentamos mirar desde a quienes nos tocó ser hijos de aquellas personas que se han llevado en diferentes momentos de la vida y a diferentes edades. Indudablemente siempre se va uno reflejando en la historia que ya le tocó vivir, en la historia que otras personas están viviendo. Y pareciera como que caminamos en círculos, porque estas historias se siguen repitiendo. Que sigan creciendo niñas y niños sin la presencia física de su padre, nos está marcando como sociedad, como país.

A veces es complicado preguntarnos qué sigue, que es lo que tenemos qué hacer para que por fin haya respuestas. Y esas, quizás, son como las preguntas más complejas y que en realidad mentiríamos si dijéramos que tenemos la respuesta para poder decirte lo que sí hay qué hacer, de qué manera sí hacerlo, de qué manera no, porque creo que también respondemos de acuerdo a nuestras propias circunstancias.

Diría, en este caso, que en esta vida nos tocó tener mucha madre, mucha abuela, por volvernos a quienes tuvimos esa dicha, ese acuerpamiento que nos dio la familia más extensa para sostenernos en aquellos momentos que pudieran ser más complicados.

Pero que, sin lugar a duda, eso que nos hicieron desde las infancias es algo que no podemos borrar, que ya no se puede resarcir y que indudablemente es parte de las heridas de este país que esperemos en algún momento, como sociedad, más que como gobiernos, nos podamos mirar en esos espejos y podamos realmente comprender lo que ha significado a este país. Sobre todo, que del dolor del golpe, hemos tenido que aprender a liberarnos, a caminar, a no quedarnos ahí y creo que algo muy importante, aprendimos a no poder la esperanza, pero tampoco la sonrisa.

Creo que algo que no hemos dejado, es precisamente que nos roben eso, porque recuerdo que en algún momento a una niña le decían: “Lo que más queremos como papás es que nuestros hijos sean felices”.

Y yo creo que donde quiera que estén nuestros padres sepan que, pese a todo, no perdemos la sonrisa, no nos quitaron la alegría.

Eduardo Nachman, busca a su papá Gregorio Nachman, desaparecido el 19 de junio de 1976 (un día antes del Día del Padre) durante la dictadura argentina.

Pasado mañana se cumplen 47 años de secuestro y desaparición de mi papá. En Argentina hubo 30,000 desaparecidos, detenidos y desaparecidos porque no desaparecieron mágicamente, fueron detenidos y desaparecidos por el Estado. Pasaron 47 años.

Fue durante la dictadura Cívico-Militar-Eclesiástica. Nosotros decimos que es una dictadura Cívico-Militar y Eclesiástica. En los cívico estaba el empresariado, entre otras fuerzas, desaparecieron a 30,000 personas en una población de 24 millones de habitantes. Se llevaron a lo mejor. Es una desaparición absolutamente política y nosotros seguimos reclamando al Estado, a los gobiernos, a todos los gobiernos, que levantamos la bandera del “Juicio, castigo a los culpables”. A los culpables de genocidio los juicios se siguen dando ahora, 47 años después, donde muchos de los culpables se han muerto, muchos de los testigos se han muerto y seguimos el ejemplo fundamentalmente de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo, las que sobreviven hoy, casi todas entre 90 y 98 años, muchas de ellas siguen haciendo la ronda todos los jueves en la Plaza de Mayo, nos siguen marcando el ejemplo.

Les pedimos a todos los gobiernos que abran los archivos porque estamos convencidos de que ningún militar hizo nada sin que su jefe lo supiera, sin que su tropa lo supiera, y que los archivos están, pero mi abuela decía que una mano lava la otra y entonces los gobiernos que teóricamente son constitucionales democráticos lavan la mano de los genocidas, porque los partidos también han participado con acción directa o con omisión.

Del genocidio, nosotros en 47 años de lucha, hemos recorrido los cuarteles, las comisarías, la Cruz Roja, los organismos internacionales y no hemos dado, pero seguimos en la calle juntándonos.

Y transformamos el dolor en otro tipo de energía, nos juntamos y cuando vemos un genocida libre o en su casa, hacemos un escrache que es una movilización hacia la casa del genocida, haciéndolo visible a la sociedad, a sus vecinos.

A muchos de los genocidas algunos jueces les dan prisión domiciliaria, y nosotros vamos y nos manifestamos frente a esa casa haciendo evidente la impunidad, y entonces algunos jueces retroceden en su decisión y los mandan a la cárcel común, donde tiene que ir cualquier genocida.

Nosotros hemos perdido a muchos padres, amigos, familiares, siempre perdemos contra la impunidad. Lo que no tenemos que perder es la dignidad y el reclamo por los nuestros.

La amnesia colectiva es cómplice de la impunidad y por eso tenemos que hacer memoria, memoria y reivindicar a los nuestros.

Henrry Jimmy Ortiz Rodallega, busca a su papá Johnny Jimmy Ortiz, desaparecido en Colombia.

Lo que coincidimos es prácticamente en que, en las desapariciones forzadas, en cierta manera, el gran culpable es el Estado, el abandono Estatal por falta de autoridad ha permitido que los grupos al margen de la ley, organizados, hagan este tipo de acciones. Por lo menos en Colombia, las autodefensas hacían incursiones en los pueblos, pero primero llegaba el ejército como a abrirles el espacio y luego llegaban ellos, como a hacer las masacres. Yo soy de Cauca, nosotros vivimos en el 2000 una masacre en Naya, que es una masacre muy relevante, ha sido nombrada a nivel nacional e internacional.

Mi papá fue desaparecido por los Autodefensas, fue reconocido por el victimario Everth Veloza, el ‘HH’ y desde septiembre de 2000 que fue desaparecido no se sabe nada de él.

Yo creo que en este momento la desaparición de nuestros padres, darles un valor importante, es no dejar que queden esos crímenes de lesa humanidad impunes. Eso nos da fortaleza para seguir luchando contra este flagelo que genera la violencia por falta del Estado.

En el Coloquio también participaron: Luis Valdez, Sacerdote Jesuita; Alan García Campos, integrante de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y Guillermo Medina, acompañante e integrante de la compañía de Jesús, de Colombia.

DATOS

Existen oficialmente más de 110 mil personas desaparecidas, 75% son hombres y más de 65 mil hombres de más de 20 años.

Fundec contabiliza al menos a 87 hijos o hijas que buscan a un padre.