Gloria Alicia Valdez Corrales y Mario Alberto Guillén Benítez, matrimonio de 34 años, no sabían todo lo que implicaba el fenómeno de desaparición forzada o por particulares en contra de personas.
Desconocían cómo era buscar en vida o en campo abierto, en fosas clandestinas, escarbando con picos, palas o varillas para encontrar restos de cuerpos; ahora lo saben y dominan.
Todo esto lo tuvieron que aprender después de perder el rastro de su hijo Mario Serjei Guillén Valdez, de 27 años de edad, quien fue privado de su libertad el pasado 30 de mayo de 2020 en la colonia López Portillo, al norte de la ciudad de Hermosillo, Sonora.
“No sabíamos buscar, nomás íbamos y caminábamos, nosotros esperando buscarlo, verlo tirado más bien, no sabíamos que los enterraban, ni nada de eso”, relata la madre de familia Gloria Alicia Valdez.
La pareja comparte su historia y dolor mientras hacen una búsqueda más junto al colectivo Buscadoras por la Paz, tras recibir información de posibles cuerpos inhumados ilegalmente en un extenso predio de una casa abandonada en el Real del Alamito, zona rural oriente, a menos de 30 kilómetros de la ciudad de Hermosillo, el 22 de julio de 2023.
La pandemia por Covid-19 no impidió buscar a su hijo
La desaparición de Mario, el segundo de sus tres hijos, fue justo al empezar la pandemia por Covid-19, el 30 de mayo de 2020, momento en el que se incrementaron las restricciones y medidas sanitarias en todos los sentidos. Las búsquedas y el trabajo que compete a las autoridades se detuvo, pero ellos y miles de familias con personas desaparecidas no dejaron de escarbar la tierra.
“Lo levantaron unos municipales (policías) y luego se lo llevaron a la comandancia, lo regresaron a unas maquinitas y de ahí llegó la mafia y se lo llevó. Desde entonces no sabemos nada de él”, narró el padre de familia.
Mario Alberto, comenzó con la búsqueda en campo, después empezó a acompañarlo su esposa Gloria y, tres meses después de la desaparición ,conformaron el colectivo Buscadoras por la Paz, uno de los 26 existentes en el estado de Sonora.
“Pues al principio cuando pasó lo de mi hijo, él se iba solo y pues yo encerrada en mi dolor, hasta que un día me fui con él y me sentí diferente al andarlo buscando, porque decía aquí de perdida no lo estoy llorando, lo ando buscando, ando haciendo algo por mi hijo y ya con él, nos íbamos así, sin guardia (sin policías), sin nada, así nosotros dos”, narró Gloria.
“Aquí hemos aprendido con Ceci, (líder del colectivo) aquí aprendimos a buscar enterrados, a buscar quemados. -¿Se han capacitado también?- Hemos tenido cursos así por video, nos han servido”, destacó Mario Alberto.
Hasta encontrarles
Gloria y Mario desconocen cuántas búsquedas o hallazgos de personas o restos han hecho a lo largo de estos tres años, actividad que se vieron obligados a aprender y, en la que además de tristeza, también han tenido grandes satisfacciones.
Han experimentado la dicha de que otras familias encuentren vivos a sus desaparecidos y también les sean restituidos los restos o cuerpos de aquellos que son localizados sin vida e identificados.
“(Esto) nos da paz, uno está en la casa trabajando y salir a las búsquedas como que se desestresa uno de estar piense y piense, piense y piense. Se siente bonito encontrar, no importa que muchos no son reconocidos por la familia o no sale el ADN, se siente bien hallar gente que pronto va a ser identificada por sus familias”, comparte Mario mientras escarba en medio de la nada, en el amplio predio al que han acudido varias veces y en donde han encontrado restos de personas.
El señor Mario Alberto, de 54 años de edad, es de los pocos hombres que pertenecen a colectivos de búsqueda de personas, pues en su mayoría destacan mujeres. Sus tareas son muy particulares.
“Se necesita mucha ayuda, antes sí venían más hombres, ahora casi no. La fuerza no es la misma que escarbe una mujer a que escarbe un hombre, que sí escarban las mujeres, pero si les ayuda uno más, pues más ligero para ellas. Somos pocos los que venimos”, cuenta Mario.
Mario Alberto, uno de los pocos hombres que pertenecen a colectivos de búsqueda de personas. Fotografía: David Hinojos.
A más de tres años de la desaparición de su hijo, el matrimonio Guillén Valdez no tiene ningún rastro de él; no pierden la esperanza de encontrarlo con vida, en tanto las autoridades señalan que siguen investigando y que hay una persona detenida que podría estar vinculado a este caso.
“Siempre salgo con la esperanza de encontrar a alguien, no precisamente a mi hijo porque una como madre lo espera siempre vivo, pero es muy difícil porque uno piensa: si me lo llego a encontrar ¿qué voy a hacer?, no quiero encontrarlo así, nunca va a estar uno preparado encontrarlo en una fosa (clandestina)”, dice Gloria Valdez.
Convencidos de buscar hasta encontrarle, Gloria y Mario Alberto aseguran que saldrán a cada búsqueda que puedan, lo hacen en su vehículo y con su dinero. Sólo que ahora están más limitados que nunca porque también deben cumplir con la tarea de criar a una nieta.
“Estamos poquitos detenidos porque tenemos una nieta con nosotros, hija de él, que la mamá nos la dejó y la estamos criando y ya tenemos algunos meses con ella, un año. Nos turnamos, ya no tenemos tanto tiempo como antes. Nos cambió la vida, a todos nos cambió. Ya no es lo mismo que antes”, asevera Mario Alberto tras no dar aún con el paradero de su hijo y con la esperanza de que ese día llegue.