Cuando trato de recordar la primera vez que supe sobre estas violencias que se estaban viviendo de manera extrema en Allende fue por un grafiti plasmado —e inmediatamente borrado— en uno de los pilares del distribuidor vial “El Sarape” en Saltillo, Coahuila.
La sorpresa fue bifocal: por un lado, la manifestación visual por la consigna “Allende no se olvida”, y por otro, la rapidez de tapar dicha manifestación en cuestión de horas.
Yo estaba en la Facultad de Economía de la UAdeC cuando esto sucedió, generación 2015-2020. Con esto quiero decir que experimenté —como miles de personas— los distintos eventos violentos por la llamada “guerra contra el narco”. Diez años después, tomo la decisión de estudiar “un caso paradigmático”[1] como el “Caso Allende” para dilucidar las consecuencias sociales de vivir violencias extremas.
Se entiende por “Caso Allende”[2] al operativo realizado en 2011 por miembros del Cartel de los Zetas contra toda persona que estuviera relacionada con personas informantes de sus operaciones, colaborando con agentes estatales de seguridad pública. Toda persona que fuera sospechosa de conocer alguna persona colaboradora era exterminada.
Esto incluía a personas inocentes como familiares, amistades o trabajadores de cualquier persona sospechosa. Además, este operativo se realizó con la asistencia de varios agentes estatales del Ayuntamiento de Allende, así como la misma omisión de responsabilidades por parte de estas autoridades. Estas actividades de exterminio (desaparición total de la persona) fueron silenciadas a lo largo de casi dos años.ç
Hasta 2012 y en adelante, desde los medios de comunicación, instituciones académicas, y estancias gubernamentales, se menciona que este operativo se ejecutó los días 18, 19 y 20 de marzo de 2011.
A partir de lo anterior, decidí investigar el “Caso Allende” desde las rememoraciones de varias personas integrantes de dos colectivos, a saber: Alas de Esperanza y Familias Unidas en la Búsqueda y Localización de Personas Desaparecidas.
Esta investigación la abordé desde el marco teórico de la sociología de la memoria, específicamente el concepto de memoria colectiva, desarrollado en principio por el sociólogo Maurice Halbwachs, en su obra Los cuadros sociales de la memoria[3].
Para este sociólogo, la memoria humana necesita de puntos de referencias espaciales, temporales y lingüísticas para que sea posible tener capacidad de recordar algún seceso.
Estos puntos de referencias las denominó “marcos sociales de la memoria” y consiste en tres: el espacio, el tiempo y el lenguaje. Cada uno de estos marcos sociales son constructos sociales que cambian a lo largo del tiempo.
En otras palabras, entendemos qué es el tiempo, qué es el espacio y qué es el lenguaje porque son códigos configurados históricamente por las relaciones sociales y las interacciones sociales que tenemos con otras personas y las que hubo en el pasado.
Un ejemplo del espacio como constructo social es el hogar que habito. Yo puedo decir que un espacio ocupado por una casa es mi hogar porque hay objetos que lo hacen significativo para mi existencia: ya sea mi cama, mis libros, mi ropa.
Estos elementos que menciono son, en efecto, elementos de este espacio, y al mismo tiempo, son posibles por el mismo espacio. Además de todo esto, mi mamá, mi papá, así como mis hermanxs, me confirman esta percepción.
El espacio no es nada más una entidad física abstracta sino que yo y otras personas la significamos, y, paralelamente, nos significa a nosotros mismos.
En pocas palabras, el tiempo, el espacio y el lenguaje son construcciones sociales porque las personas les brindamos significado.
Es gracias a estos puntos de referencia comunes lo que le da sentido de colectividad a la memoria como capacidad de recordar.
Puedo hablar de memoria colectiva precisamente porque los lugares, ciertas fechas, algunas frases, le dan sentido a eso que recuerdo.
Esa fue la clave teórica que comprendí para estudiar eso que hemos denominado como “Caso Allende”, “La masacre de Allende”, “La tragedia en la región fronteriza de Coahuila”.
Y desde ahí me pregunté lo siguiente: ¿qué recordaban esas colaboradoras cuando les preguntaba sobre ese caso?, ¿qué significaba aquella fecha del 18 de marzo de 2011?, ¿qué simbolizan esas casas “reventadas” o aquellos memoriales que surgen por estas violencias?, ¿cómo se logra recordar aquellas violencias extremas y generalizadas ahora en 2024?
Un ejemplo de cómo recordamos a partir de elementos comunes, de estos marcos sociales de la memoria, es la anécdota personal que mencioné para recordar el “Caso Allende”.
El grafiti político de aquella consigna (el lenguaje), el distribuidor vial “El Sarape” (el espacio), la generación a la que pertenezco a nivel universidad (el tiempo) me permitieron comunicar mis primeros recuerdos de este caso.
Todos estos elementos permiten comunicar mi recuerdo con otras personas, socializar mi recuerdo, darle un sentido socialmente cognoscible. Por lo tanto, lo colectivo de la memoria se manifiesta en estos elementos que pueden ser conocidos por las personas que escuchan el recuerdo.
Con todo esto, la investigación que hice sobre el “Caso Allende” me permitió darle un diferente enfoque a lo que se había dicho de este caso.
Comprender cómo se configuran —trece años después— esos puntos de referencia, que permiten la verbalización de esas rememoraciones sobre las violencias en el norte de Coahuila, fue uno de los objetivos de esta investigación.
Recordar este caso después de una década es muy distinto a haberlo recordado en 2011. Esto se debe principalmente a que estos puntos de referencia cambian con el avance del tiempo, y a su vez, están en función de las relaciones humanas.
Por lo tanto, esta investigación es un ejercicio para tener otros puntos de referencia sobre el “Caso Allende”.
CONTINUARÁ….
Diego Hernández Romero, originario de Saltillo, Coahuila, es Licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Coahuila, actual estudiante de la Maestría en Sociología Política por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Se interesa por las discusiones sobre procesos de memoria, contextos de violencia generalizada y prolongada en México, así como movimientos sociales y acción colectiva en contextos de violencia.
[1] Dayán Askenazi, J. et al (2016) En el desamparo: los zetas, el estado, la sociedad y las víctimas de San Fernando, Tamaulipas (2010), y Allende, Coahuila (2011), Colmex
[2] CNDH (2018) Recomendación 10-VG/2018
[3] Halbwachs, M. (2004). Los marcos sociales de la memoria. Barcelona: Anthropos Editorial.