Veinte años puede ser la edad más excitante y más divertida, pero también la que obliga a pensar hacia donde será el futuro incierto… y más estando en Coahuila.
Este año el Centro de Derechos Humanos cumple esa edad. Difícil ha sido el camino que ha transitado, pero interesante porque por el grupo de personas que lo iniciaron y hoy lo integran han hecho la diferencia de los derechos humanos antes y después de su existencia.
Antes en Coahuila nadie hablaba de derechos humanos y mucho menos de las violaciones cometidas por el sector público.
Se habían normalizado los abusos de policías, los bajos salarios en las maquilas, la impunidad en las esferas de procuración de justicia, la protección en la fiscalía de quienes tienen el control económico y político. No es que hoy no exista, pero al menos hoy sí se habla, se denuncia y se evidencia gracias a este Centro de Derechos Humanos Fray Juan de Larios.
Haré un poco de historia desde que yo llegué a Coahuila. En las ciudades fronterizas de Ciudad Acuña y Piedras Negras donde empecé a ver el control terrible que el gobierno estatal tenía de los medios de comunicación.
En Acuña conocí al padre Pedro Pantoja y su trabajo se me hacía periodísticamente interesante para darlo a conocer, pero me encontré con una política editorial terrible, pensé que era la peor, pero ya en Saltillo encontré situaciones más graves.
El trabajo de Pantoja se conocía en el vox populi, pero difícilmente por los medios de comunicación. Acuña era una ciudad pequeña y todo se sabía y conocía.
Estuve en Piedras Negras cuando Raúl Vera fue nombrado obispo de la Diócesis de Saltillo y que en ese entonces abarcaba casi todo el estado, excepto la laguna. Ahí se concentraba el capital político y económico de la región y con mucha influencia en el resto del estado.
Los “reportes” del “obispo guerrillero” se hicieron llegar por todas partes para impedir que la evangelización basada la teología de la liberación que practicaba Vera López junto con Samuel Ruiz en Chiapas, “contaminara” las conciencias de la sociedad.
El desprestigio empezó en los medios de comunicación controlados por el gobierno del estado, pero también estas empresas tuvieron su propia iniciativa ya que sus dueños son políticos o cercanos a la esfera gubernamental. Yo los llamo “cuates del poder”.
Vera López se enfrentó a estos grupos con un discurso de evidencia de cómo no sólo eran cómplices de los abusos, sino parte del sistema de violación a los derechos humanos. Al final, sabemos que lograron que se creara la Diócesis de Piedras Negras.
Sin embargo, los derechos humanos no tienen límites territoriales, así que en el se contexto se fundó el Fray Juan de Larios que atendía migrantes, obreros, integrantes de la comunidad lésbico gay, mineros, los abusos militares contra trabajadoras sexuales en Castaños, los daños ambientales y luego el crimen que son las desapariciones que nadie se atrevió a nombrarlas y señalar no sólo al crimen organizado, sino a la complicidad de las autoridades que lo permitieron o ayudaron en la comisión de lo que hoy se consideran delitos de lesa humanidad.
Este tipo de agresiones a las libertades y los derechos de los coahuilenses siempre existieron. Los vi y viví, porque llegué a Coahuila antes de la llegada al estado de Vera López y la creación del Centro para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios, pero nadie los llamaba como tal y quienes lo hacían fueron criminalizados y señalados de querer desestabilizar “la seguridad, tranquilidad y la paz” del estado (léase con ironía por favor debido a que desde hace más de dos décadas es el discurso oficial para justificar la violación a los derechos de las personas).
El Fray Juan de Larios puede presumir que por sus integrantes la sociedad coahuilense se ha sentido acompañada, sabe cómo organizarse y puede denunciar los abusos. Por eso reitero lo que dije al principio: el escenario hoy es muy diferente tras la creación de este Centro para los Derechos Humanos.
Los retos son muchos, también insisto es lo que escribí en las primeras líneas, y más estando en Coahuila: las estructuras de poder político y control se mantienen casi con las mismas características, aunque con distintos actores.
El camino puede seguir lleno de obstáculos, pero 20 años tuvieron para aprender a resistir; hoy habrá que buscar nuevas estrategias para seguir iluminando el camino de los demás.