Martina: la madre amorosa, estricta y buscadora

En su andar fue acompañada por madres de familia que, como a ella, les habían arrebatado a un ser querido.

La vida obligó a María Martina Ramos a dejar de ser una madre hogareña para convertirse en una buscadora.

Se unió al colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (FUUNDEC) cuando su hijo Rubén Limón Ramos fue desaparecido por elementos de Seguridad Pública el 13 de marzo de 2011 en Saltillo, Coahuila.

Desde entonces, cambió las horas de preparar la comida debido a sus salidas a las reuniones con las autoridades, los días en los que convivía con sus seis hijos quedaron en el olvido.

Sin embargo, las idas a la iglesia reforzaron su fe cristiana y le dieron ánimos para continuar la lucha por su hijo.

Adrián Limón, hijo menor de Martina, la recuerda con amor y bondad, pero a la vez con su sentido estricto para formarlos.

Al tener puros varones, ella sabía que debía enseñarles los quehaceres de la casa, para que, sobre todo, no dependieran de nadie.

“Pues un poco estricta, pero muy buena madre. Gracias a Dios nunca nos faltó nada, nos enseñó a cocinar y yo era quien más convivía con ella en la cocina”, expresa el joven que al momento de la desaparición de su hermano tenía 16 años. 

La búsqueda de Martina

Adrián tiene presente como si fuera ayer la desaparición de su hermano y cómo impactó bruscamente la vida de todos los integrantes de su familia, sobre todo la de su madre-

Al poco tiempo de iniciar su andar entre dependencias de gobierno y organismos de derechos humanos pidiendo justicia, cayó enferma de cáncer de mama.

“Sufrió mucho por la causa de mi hermano, se le cargó mucho. Le llegó la enfermedad del cáncer, y en ese momento yo estuve más con ella en la casa”, relata.

Los hijos de Martina la recuerdan amorosa, pero estricta por su labor de crianza. Foto: Eugenia Cabriales

Adrián dice que su madre siempre se mostró fuerte, pero tuvo que serlo aún más con la desaparición forzada de su hijo.

Solamente dejaba de buscarlo en la calle y de ir con autoridades cuando los estragos de la quimioterapia no la dejaban ponerse en pie.

Pero la enfermedad nunca logró vencer la esperanza de encontrar a su hijo y tampoco evitó que fuera una formadora de buenos hijos, apegada siempre a ellos. 

En las ocasiones que era difícil levantarse de su cama, su esposo Alejandro Limón (+) era quien la suplía en las reuniones del colectivo con las autoridades gubernamentales. 

La labor incansable de una buscadora

Sin embargo, la vida no le alcanzó para seguir buscando a Rubén y murió el 18 de junio del 2014.

En su andar fue acompañada por madres de familia que, como a ella, les habían arrebatado a un ser querido. Unidas bajo una hermandad de lágrimas, dolor y consuelo, se presentaba en cada manifestación, marcha y reunión con autoridades para saber si avanzaban o no las investigaciones.

Sus compañeras la recuerdan con mucho cariño y sus voces se quiebran al platicar sobre ella. Juanita conoció a Martina y se hizo más cercana a ella cuando la aconsejó para que fuera al colectivo.

Antes de que la desgracia de la desaparición las alcanzara, la recuerda muy sana, animosa siempre, buena consejera y amigable.

“Yo la conocía aquí en la colonia desde antes de que sucediera la desaparición; ella no tenía enfermedades. A raíz de la desaparición de su hijo Rubén, se le presentó un cáncer de mama”, expresa.

Martina enfrentó la enfermedad con valor. A pesar de lo crudo que fueron las quimioterapias a las que acudía a Monterrey, Nuevo León, nunca se dejó vencer, realizó un tratamiento y siguió en la búsqueda de su hijo.

Martina fue una buscadora incansable junto con su esposo. Foto: Eugenia Cabriales

Siempre participativa, alerta y ocupada de cada acción del colectivo y del caso, acudió a las instancias correspondientes para dar seguimiento a la desaparición de Rubén. Sabía engañar al cansancio que le dejaban las quimios en su cuerpo, pero su alma era más fuerte.

“Anduvo en marchas, en plantones, a pesar de su enfermedad que tenía, iba hasta Monterrey a las quimioterapias, siempre traía buena cara y muchas ganas de seguir adelante, eso no le impidió seguir buscando a Rubén. Ella y su esposo seguían siempre adelante”, relata Juanita.

La fe como un pilar para continuar

Al lado de sus cinco hijos que le sobreviven, la fe nunca la perdió, pero al fallecer ella y luego su esposo, Alejandro Limón el 2 de febrero del 2023, el que siguió con este encargo de amor y justicia fue Mario Limón, quien comparte con nostalgia y dolor cómo su madre nunca perdió la fe.

Cuenta que sus padres eran originarios de San Luis Potosí, pero siendo jóvenes adultos llegaron a Saltillo e hicieron toda su vida aquí, formaron una familia que jamás creyeron podía ser dañada y fracturada por la desaparición forzada en la que se vieron involucradas corporaciones policiacas.

“Mamá era una señora alegre y hogareña, siempre estaba en casa con nosotros, pero desde que pasó lo de mi hermano entristeció, vino su enfermedad y desgraciadamente murió “, lamenta Mario.

El dolor la transformó, ya no estaba alegre y no quería nada, cuando antes los fines de semana eran de convivencia familiar en casa de sus padres, cuenta.

A consideración de Mario, el dolor de su madre al no tener a Rubén en casa la enfermó primero de tristeza y luego físicamente con el cáncer.

Aunque en un principio parecía que la enfermedad estaba cediendo, había situaciones que hicieron ver que no, como sus fuertes dolores de cabeza.

En su desesperación por querer volver a ver a su hijo, ella creía escucharlo en las noches afuera de su casa, explica la señora Juanita, amiga de Martina. 

“Como que le quedaron secuelas, esos dolores de cabeza que no se le quitaban, su esposo me platicaba que ella a medianoche escuchaba que andaban afuera y que creía que era Rubén, su hijo, y rápido quería salir a abrir la puerta y él la detenía, le decía que no era Rubén, y ella decía que lo escuchaba que hablaba y quería salir a abrirle”, añade su compañera en FUUNDEC.

Martina fue parte fundamental de los inicios de FUUNDEC. Foto: Cortesía Centro de Derechos Humanos “Fray Juan de Larios”

Una hermana para sus compañeras

Martina era una hermana para sus amigas y compañeras de lucha. Entre sus cuñadas era muy apreciada, lo sigue siendo en el recuerdo.

Ella dio su último aliento, pero pasó la estafeta de lucha a su esposo y esta alcanzó a Mario, quien exige que sigan buscando y que den resultados en la investigación.

La última información que tiene Mario es que se logró la sentencia condenatoria en contra de dos personas, quienes en el momento en que ocurrió la detención de Rubén Limón Ramos, y posterior desaparición, fungían como elementos de seguridad pública.

Mientras esto ocurrió, desde Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila siguen cumpliendo su promesa y en cada oportunidad lanzan un pronunciamiento:

“Martina fue otra madre que no soportó el dolor. Le detectaron cáncer después de la desaparición; buscó tratamiento porque su objetivo era encontrar a su hijo, pero la enfermedad finalmente la venció. Tampoco supo dónde estaba Rubén, su hijo desaparecido”.

Este texto forma parte de la primera parte de la serie Huella de resistencia: historias de buscadoras.