El 31 de marzo hacemos memoria del siniestro minero ocurrido en Barroterán en 1969 en el pueblo de Minas de Barroterán. Es una de las catástrofes que ha pasado a la historia, desde hace unos años se ha hablado sobre cómo los 153 mineros fueron olvidados, al igual que sus familias y los rescatistas.
Sin embargo, también debemos traer presente a los otros mineros olvidados: los rescatistas, los pensionados y los que desde el año 2022 quedaron en el limbo ante el pleito de Andrés Manuel López Obrador y Alonso Ancira: los extrabajadores de AHMSA.
—Gana más un chivero que un pensionado de explosión en la mina —dice un señor con cachucha de los Yankees de New York.
Es don José Aranda Medina: sobreviviente de la mina Cuatro y Medio, aquel siniestro que sucedió un 28 de enero de 1988. Lo dice a principios de febrero de este año, en la localidad de Esperanzas, cuando conversa cerca del mediodía con su grupo de amigos, reunidos en la banca de un costado del monumento al Minero Caído, el que ha servido como “homenaje” para la tragedia y que que fue instaurado años atrás, el Día del Minero, un 11 de julio de 1975, y que tiene fundida a una placa la frase: “Al minero que desde las entrañas de la tierra ilumina con su esfuerzo el destino de México”.
Aquel monumento es un minero —mamado— sin equipo de seguridad, sólo una pica que levanta con brazo torneado por el latón. El monumento tiene un rostro firme y pareciera estar enojado, demostrando así orgullo y valor.
Los pobladores de Esperanzas, pueblo que integra el municipio de Múzquiz, cuentan que aquella villa fue fundada por la empresa Coahuila Coal Company. Misma que impulsó la creación del Teatro Juárez, un edificio histórico completamente de madera. Su arquitectura y su diseño nos recuerda también una inspiración japonesa, pues en aquel lugar los primeros pobladores fueron migrantes japoneses que llegaron a trabajar en las minas de carbón.
Muchos murieron en explosiones como en la Mina 2, ocurrida en 1910. En las calles de Esperanzas hay locomotoras y máquinas, aquellas que alguna vez transportaban las toneladas de carbón a las carboeléctricas o a las plantas lavadoras.
—¿Nomás le tomas foto al monumento? —dice don José y se posa frente a la estatua.
—¿Usted conoce la tragedia?
Don José no dice nada, estira sus manos y las posa frente a la vista. Tiene quemaduras de cuarto grado, las gira y arremanga su camisa para dejar ver un poco más arriba de sus muñecas.
—Yo estuve allí. Soy sobreviviente.
Así comenzó la conversación. Algunos de sus amigos veteranos se unieron a la plática, todos corroboraron su historia: “Mírale sus manos”, decían.

—Siempre que vienen aquí hablan con personas que no conocen la historia y que no la vivieron. Siempre ponen a supuestos historiadores o representantes del cabildo que no tienen ni idea de lo que es una explosión. A nosotros, los sobrevivientes y a los rescatistas nos tienen olvidados. Nunca nadie ha hablado conmigo, piensan que todos fallecieron —reclama don José.
Y tenía razón: aquella escultura no podía contarme nada, proporcionaba nada más una placa con los nombres de los mineros siniestrados, pero no era un testigo de confianza para dar memoria a aquellos acontecimientos.
—Yo sobreviví a esta explosión. Estuve mucho tiempo internado, el doctor me decía que yo iba a perder las manos, no había esperanzas de salvarlas y mira: ocurrió un milagro. Actualmente quedamos como 13 sobrevivientes, unos ya se murieron, otros se fueron para Palaú o para Rosita. Yo soy de los que nos quedamos aquí. En la última celebración no se acordó nadie, solo estuvimos unos cuantos aquí en el monumento y colocaron un arreglo floral para las viudas que duró puesto unos momentos y luego se desapareció —comenta don José, al que todos en el pueblo conocen.
Los pensionados
“Soy Juan Pablo García, he trabajado en dos minas: mina 8 de Pasta de Conchos durante 12 años y mina 5 de MICARE por 10 años. Principalmente era mecánico de producción, siempre trabajábamos en equipos, en cuadrillas, siempre me gustó el trabajo en la mina. Me marcaron con un 22%. (10% del pulmón y 12% del oído).
Todo fue pagado al momento de mi terminación, me fui finiquitado. A mí sí me gustaría que pusieras mi nombre. Para que quede documentado y en un futuro se diga cómo trabajábamos y dar testigo por muchos mineros que no lo pueden hacer”.
Si logras sobrevivir a una mina y te terminas a los 60 años como marca la Ley Federal del Trabajo, recibes pensiones verdaderamente bajas. Una pensión alta para los mineros es aquella en la que mensualmente recibes 10,000 pesos.

¿El trabajo en la mina se hereda? El caso de la familia Rodríguez
“Cuando trabajas en las minas desarrollas un reflejo de sobrevivencia que cualquier viejo lo aprende al ver tantos accidentes”, asegura José Rodríguez Puente, quien trabajó toda su vida en las minas; paso por la mina 1, 2, 3, 4 y 5 y desempeñó todos los trabajos: ayudante de palero, de caminero, ayudante de albañil, ayudante de gasero y luego gasero, siendo este el último cargo que ejerció.
Con el paso del tiempo esta área desapareció para después llamarse inspector de seguridad. Su labor consistía en medir el gas. Nunca sufrió un accidente, según recuerda a sus 84 años.
“Cuándo fue la explosión en 1969 (Barroterán) yo salí de primera, en ese tiempo trabajaba en la Mina 3 donde fue la explosión; a toda la gente que murió yo la conocía, porque yo estaba a la entrada de la bocamina revisando que nadie entrara con cigarros ni cerillos.

Iba para Cloete a ver a mis padres, esperaba el camión ahí en la Terraza donde antes era la Estación Sabinas-Rosita, ahí sentado oí el tronido bien fuerte, al poco tiempo se escuchó el segundo trueno”, recuerda sobre la tragedia ocurrida 37 años antes que Pasta de Conchos.
“La mina Guadalupe era como hoy lo son las maquiladoras, porque daba empleo a los alrededores de la región; llegaban camiones con mineros de Cloete, Sabinas, Rosita, Palaú, etcétera. La vida de un minero costó 40 mil pesos en ese entonces. A mí me terminaron, me dieron como 400 mil pesos, era buen dinero, lo que pasó es que se devaluó la moneda y de 400 mil pesos me quedaron 40 mil”.
Y aunque en los periódicos de la época se afirmaba que las viudas habían recibido pagos y pensiones, fue desmentido por las mujeres, muchas de ellas fallecieron esperando justicia y pensión digna.
Ignacio Rodríguez Jalomo es el hijo mayor de José. Lo primero que afirma es: “Aquí hay compas mineros y carboneros que se murieron sin saber que merecían pensión por tener carbón en los pulmones o porque ya no oían con el fuerte ruido de las máquinas”.
Rodríguez Jalomo comenzó su trabajo en la minería el 17 de septiembre de 1979 como almacenista en SIMSA, una mina a cielo abierto, conocida en la región como tajo.
“Duré cinco años porque nos terminaron, el trabajo se acabó. Después entré a la compañía minera de la Florida de Múzquiz en 1984. Ahí era lubricador de máquinas de desarrollo, avance a la frente larga. En el año 1991 cerró la mina y nos terminaron. Me marcaron neumoconiosis pulmonar con el 5%.
“En mina 7 duré seis años y medio como carbonero, me marcaron otro 5% del pulmón. Es decir, ya tenía un primer 5% del pulmón, un 16% del oído y ahora otro 5% del pulmón, lo que sumaba un 26%. Pero el seguro sólo pagó el 16% y me vi obligado a aceptarlo para tener el seguro permanente, pues el IMSS había hecho un acuerdo con ‘Jubilados y pensionados’ y en ese acuerdo nos pagaron lo que quisieron”, recuerda Jalomo.
“La gente piensa que las minas sólo son pica y pala y no, es más que eso, es maquinaria que provoca mucho ruido ensordecedor, el polvo que se acumula en los pulmones, si no mueres en la mina te vas acabando a un grado que te sientes inservible.
Así te la pasabas de mina en mina, las iban cerrando porque aquí la gente sabe que cerraban las minas o las nacionalizaban para venderlas a MIMOSA o Minera del Norte, como pasó con SIDERMEX. Fue en la época en que Salinas de Gortari devaluó el peso y lo vendió todo”.
Los de AHMSA
El pleito entre Andrés Manuel López Obrador y Ancira, el magnate del carbón y dueño de lo que fue Altos Hornos de México S.A. (AHMSA), que tenía como empresas filiales a MICARE, Minera del Norte, MINOSA entre otras, trajo como resultado a mineros detenidos sin percibir su salario.
Muchos se fueron a las maquiladoras, otros migraron a Estados Unidos, sus esposas buscaron trabajo en centros comerciales pero los implicados nunca se molestaron ni intentaron resolver (hasta la fecha) el problema de desempleo de los mineros.
Y es que está Región, a pesar del daño y muertes que ha dejado la minería, no está preparada para generar nuevas fuentes de empleo.
A pesar de que en cada administración municipal y estatal las propuestas son “diversificación de empleos y de la economía”, son cosas que no se cumplen.
Ahora en 2025 tenemos a trabajadores que no concluyeron su proceso de terminación y otros que esperan cumplir los 60 años para tramitar su pensión sin poder acceder a un empleo por su edad.
En la Región Carbonífera se ha visto a trabajadores de AHMSA que a la fecha no han recibido su pago, pero no se ha visto a Alonso Ancira que deje de cobrar su sueldo.
Se ha visto a trabajadores de AHMSA que dejaron de comer y no se vio a Tania Flores, en ese entonces alcaldesa de Múzquiz, que saliera a vender comida ni generar empleos en su municipio.
Se vio a trabajadores de AHMSA limpiando patios, pero no se vio a Mario Dávila Delgado, entonces alcalde de Monclova (conocida como la ciudad del acero) limpiar los patios ni las plazas públicas de Monclova.
Se vio a los trabajadores de AHMSA irse a Estados Unidos y no se vio al exgobernador Miguel Ángel Riquelme buscar trabajo porque no le alcanzaba con lo que ganaba. Se ha visto a trabajadores de AHMSA que ahora limpian automóviles y no se ha visto al ahora gobernador Manolo Jiménez que siquiera limpie su propio auto.
Se ha visto a trabajadores de AHMSA llorar, deprimirse, enfermarse, caer en melancolía y vagar en desesperanza y ansiedad, pero no se vio a Andrés Manuel López Obrador preocuparse por las familias y por los mineros desempleados en la región.
Se vio a hijas de mineros que suspendieron sus estudios porque sus padres dejaron de percibir su salario y lo único que sí se vio fue que la clase política tenía solamente la solución cuando andaba en campaña.
Fotos: Omar Navarro Ballesteros*
Edición: Bun Alonso Saldaña
*Escritor y periodista, integrante de la Organización Familia Pasta de Conchos.