La desaparición de sus esposos llevó a las mujeres a asumir el rol de proveedoras de la familia y con ello poder atender las necesidades de los hijos menores de edad.
No todas lograron hacerlo con la rapidez y calidad que querían. Su atención estaba centrada principalmente en poder encontrar a sus esposos, un camino muy difícil que les tocó transitar.
Aún y que siempre fueron festejadas el 10 de Mayo, tras la desaparición de sus esposo ese día se ha convertido como uno más ya que dejaron de tener celebraciones por la enorme preocupación de sacar adelante a la familia.
Esmeralda Cruz García señala que la ausencia de su esposo Apolinar Mendiola López ubicó a la familia en una situación de desesperación y pobreza.
“La pasamos como no tienen idea, la pasamos terrible porque vivíamos en casa de renta y estábamos a una semana de tener que pagarla y yo no tenía dinero. No tenía nada para solventar un gasto así y bueno… nos corrieron a raíz de que el dueño se dio cuenta que mi esposo había sido levantado por las autoridades, recuerda a 12 años de distancia de haber ocurrido los hechos.
Esmeralda tiene siete hijos y se dedicaba por completo al cuidado de estos, por lo que no tenía idea de qué hacer para mantenerlos.

“Teníamos miedo también porque fueron los de la Policía Municipal de aquí de Piedras Negras que se lo llevaron. Mis hijos y yo vimos todo: cómo lo golpearon y cómo lo torturaron y le arrebataron a mi hijo de 4 años en ese entonces.
Luego nos la pasamos a pan y agua y no las hemos visto muy mal. No tenemos casa propia yo le he pedido ayuda al gobierno pero no lo quieren dar”, señala.
Esmeralda se ve imposibilitada también para exigirle a sus hijos buenas calificaciones porque no podía cumplirles con una buena alimentación.
Ella ha sufrido la indolencia de las autoridades quienes de la manera más fría le han externado que su familia no puede recibir ningún tipo de apoyo.
En el 2018, luego de 5 años de la desaparición de su esposo, la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas de Coahuila le otorgó un apoyo por 6 meses de 4 mil pesos. En noviembre del año pasado le volvieron a entregar una cifra similar.
“Con lo caro que está ahorita todo no alcanza para nada. Y todavía te piden notas sobre en qué lo gastamos. Soy una persona diabética, hipertensa con dos hernias discales y enferma del nervio ciático ¿Usted cree que yo voy a andar haciendo derrochando dinero en algo que no valga la pena?”, expresó.
Esmeralda tuvo que empezar a trabajar en lo que fuera y tenía un ingreso de 640 pesos por semana, con el que difícilmente podía cubrir las necesidades del hogar.
Duró 7 años trabajando y ahora sus hijos de mayor edad trabajan y son quienes aportan para la familia, mientras ella ahora cuida su nietecita y los hijos menores que aún tiene, además de tratar de vender cosas por internet.
Hace dos años se le quemó su hogar y antes de eso una funcionaria de la CEAV le dijo que revisarían su caso para poder proporcionar apoyos. Esmeralda tampoco ha logrado conseguir la declaración de ausencia debido a la negligencia de las autoridades que extravían las actas de nacimiento de sus hijos.
La doble labor de buscadora
Juana María Castillo Gallegos también se vio obligada a trabajar y desatender a sus tres hijos, luego de la desaparición de su esposo José Juan Peña Espiricueta y su hermano Jesús Fernando. Ella también se unió a la exigencia por la localización del joven Rubén Limón Ramos, después que los padres de este fallecieron.
Rubén desapareció el mismo día que sus familiares. Todos fueron detenidos por policías municipales de Saltillo y entregados a sujetos desconocidos.
“Esto me cambió toda mi vida porque yo no trabajaba, el que traía todo a la casa era mi esposo.
Él era la cabeza de la casa y yo me dedicaba al hogar, a mis hijos y a su escuela. Entonces se lo llevan a él y a mí se me cierra el mundo porque mis hijos estaban muy chicos”, recuerda.
Afortunadamente la señora Juanita tenía familia en quien apoyarse y así su cuñada le ayudó en llevar a sus hijos e hijas a la escuela, lo mismo que el abuelo paterno.
Durante 6 meses la empresa donde elaboraba su esposo le estuvo proporcionando el salario, pero después le propuso liquidarlo porque ya no podían seguir pagándole las semanas como si su esposo estuviera laborando.
“Empecé a trabajar en una fábrica donde en ese tiempo, en el 2011, me pagaban 790 por semana y de ahí tenía que pagar lo del kínder, la primaria y secundaria además de los gastos de la casa. La verdad fue muy difícil todo eso para mí”, señaló.
Antes de casarse Juanita sí estuvo trabajando hasta los 25 años, pero habían transcurrido casi 14 años para volver a hacerlo y fue difícil encontrar un empleo.
Al crecer sus hijos empezaron a tener problemas de rebeldía y las autoridades nunca atendieron los problemas que generaba la ausencia del padre.
“A mi hija la dan de baja de la secundaria y para mi hijo en la primaria fue muy pesado porque había niños inconscientes y le hacían bullying diciéndole que su papá era de los malos, que se lo habían llevado porque andaba haciendo cosas malas y que de seguro su papá andaba matando gente también. Fueron cosas bien pesadas tanto para mis hijos como para mí”, explicó.
El tener que buscar la forma de conseguir dinero para la manutención de la familia fue un camino complicado para las mujeres que estaban dedicadas al hogar.

La madre de familia también debió enfrentar la división familiar debido a que hubo quienes consideraron que por culpa de su hermano desaparecieron a su esposo.
La violencia institucional hoy la saben identificar plenamente al encontrar respuestas negativas de parte de las autoridades hacia sus demandas.
Juanita recuerda que recibía mil pesos mensuales por parte de la Fiscalía General pero un día se lo suspendieron porque nunca le notificaron que podía ir a recoger el cheque.
“Una mujer me dice que ya eran dos meses los que se habían dado pero como yo no respondí me dieron de baja y el apoyo se lo entregaron a otra persona, así nada más Y entonces una ya va conociendo a los de la fiscalía y … pues piensa mal”, señala.
Juanita señala que las autoridades nunca entendieron que ellas como mujeres que debieron de la noche a la mañana verse involucradas en la actividad laboral, no contaban con el tiempo para llevar a cabo las tareas burocráticas que planteaban para recibir apoyos por parte del desaparecido programa de Oportunidades, en el cual le pedían participar en algunas actividades.
No es su hijo, pero también lo busca
Tras la muerte de Alejandro y Martina, los padres de Rubén, Juanita decidió seguir con la exigencia de la búsqueda y localización como si fuera su hijo.
“A mí no me cuesta nada seguir apoyando en la búsqueda de su hijo y así andábamos siempre los tres. Ya no están, pero otro hijo de ellos es quien está siguiendo el caso y mientras yo pueda voy a seguirlo apoyando para buscar a Rubén y por eso siempre cargo con mis tres fotos la de él la de mi esposo y la de mi hermano”.