El lunes 31 de marzo de 1969 daba inicio la Semana Santa. Ese día, a las 5:40 de la tarde, fallecieron 153 mineros debido a la negligencia y a la falta de seguridad en las Minas Guadalupe del pueblo de Barroterán. 56 años más tarde, iniciada la Semana Santa, la comunidad de Barroterán y La Florida se vuelve a reunir. Esta vez no se organizan para ir a una mina siniestrada y sacar a sus familiares muertos: lo hacen para sembrar huertos, pintar murales en parroquias y realizar el viacrucis minero que da memoria a quienes han muerto dentro de una mina de carbón.
El siguiente texto recupera la experiencia de estudiantes, que colaboraron en conjunto con la Organización Familia Pasta de Conchos, Conexiones Climáticas y la Parroquia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos en la Región Carbonífera.

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En el catálogo de santos populares de México se encuentra Juan Minero. Su oración sirve, según las creencias, para recuperar el amor, pedir por un ser amado o ser amado por alguien, y también separar parejas. Narra la leyenda que fue un minero que falleció en un accidente dentro de una mina y que debido a esto su alma se encuentra en pena. Este mito es conocido en diversas regiones del país como Zacatecas, Sonora y Aguascalientes. Sin embargo, el mismo mito es inexistente en la Región Carbonífera. Aunque en esta región están presentes otros santos populares, que son adoptados por las mismas comunidades, como Nuestra Señora de San Juan de los Lagos y el Niño Fidencio, este último con un alto valor de identidad en el pueblo de San Alberto. ¿Por qué Juan Minero es ajeno para esta región? Pues, ni siquiera llegan sus veladoras a los herbarios tradicionales de Sabinas y Nueva Rosita. Aquí entra la narrativa en disputa; quizá no es conveniente tener una leyenda en los pueblos carboneros sobre un minero que se aparece porque no descansa en paz y porque murió dentro de la mina, una metáfora que bien puede hablar de la injusticia. Por otro lado, está la fe arraigada por las comunidades. Un pueblo que ha sido fiel al catolicismo y que su organización, tradiciones y fiestas giran en torno a ello. Gracias a esto las comunidades logran subsistir, la religiosidad es necesaria como medio de transformación entre cambios sociales y sucesos de representación, como se vio en esta zona al celebrar las tradiciones de Semana Santa.

Aquí al calor se le puede ver en forma de vapor en las carreteras. No es para más, Barroterán llega a los 40 grados. Apenas son las diez de la mañana y lo extraño es, que, pese a la temperatura, aquí no se suda. Integrantes del Centro Universitario Ignaciano del ITESO dan cuenta de ello al notar la ausencia de transpiración.
El pequeño pueblo del norte había recibido un día antes a este grupo de alumnas y alumnos. Y lo hizo con una inmensa luna llena, rodeada de estrellas: parvadas y parvadas de estrellas que desfilaban por el horizonte vacío del pueblo. Había un viento ligero y fresco que contrastaba con las altas temperaturas que se viven durante el día. Después, al acostumbrarse al clima todo fue canciones de Intocable y La Firma que recordaban alguno que otro amor, además tortillas de harina con machaca y planes espontáneos sobre una visita rápida a Cuatro Ciénegas.
Domingo de Ramos
Antes de irse a la misa del Domingo de Ramos, las alumnas de Guadalajara fabrican en una casa del Barrio Tres de Barroterán cruces para la memoria, mismas que serán colocadas el Jueves Santo afuera de Pasta de Conchos. La base de las cruces son pilotes; monos que se usan para sostener las galerías en el interior de las minas. Las nuevas cruces son dedicadas a los mineros fallecidos en la explosión de las Minas Guadalupe. Ellas, las alumnas, se encargan de todo: pintar, clavar y colocar el nombre. Pretenden dar dignidad a las víctimas de aquella explosión.

Al terminar y sin descansar se suman a la pequeña caminata que da inicio a la misa que da la bienvenida a la Semana Santa, convocada por el párroco de la comunidad, el padre Rodrigo Santamaría. Además, ayudan a la elaboración de los “ramos”. Ya una vez dentro de la parroquia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, la misa fue presidida por Fray Raúl Vera López, obispo emérito de la Diócesis de Saltillo, quien, desde su evangelio, acompaña a obreros, mineros, campesinos y otras minorías como la comunidad LGBTQI+.

“Creo que ha sido una experiencia inesperada en muchos sentidos que hace toda la extensión de la palabra inesperada. Porque desde el mismo hecho de venir a una región que yo no conocía y que recibe con un clima que creo que por muy cerca de la experiencia del calor que había tenido, no había sido tan radical sentir en carne propia el calor seco de la región”, explica con emoción Claudia Macossay, “Maco”, teóloga del Centro Universitario Ignaciano del ITESO, misma que ayuda en la elaboración de dichas cruces para la memoria.
“Es una región que me habla de un gozo y apertura: del gozo de la vida y de la apertura al descubrirla en medio de cada situación, de cada parte de la historia que tiene la región, en medio también de las personas que hoy la conforman y forman parte del tejido social: actores, comunidades, familias, niños, niñas”, menciona Maco, después, toma un poco de aire (quizá al estar sofocada por el sol) y continua: “El mismo hecho de que hoy se hable en esta zona del desempleo, que es una de las realidades que ahorita pareciera que son de las que más duelen, hablan de eso y me parece que habla de una presencia escondida en donde la minería ha dejado daño porque se ha colocado todo el esfuerzo en ella. Toda la toda la vida se había colocado en ella”.
Y es que en cada interacción que las alumnas y alumnos, a quienes pronto las señoras adoptan bajo el nombre de “los misioneros” se habla del desempleo de AHMSA: “Mi hijo trabajó ahí”, “Yo trabajé ahí”, “estoy detenido”, “me corrieron”, y múltiples etcéteras.

“Creo que la región carbonífera grita, grita esperanza, así como si fuera uno de los mezquites que están en cada esquina o que te encuentras en los en los campos, así mismo te vas encontrando señales de esperanza en la región, en las plantas, en los en los huertos, el grupo de niños que se reúnen para cuidar su huerto, para regarlo”, Maco afirma y su rostro muestra un semblante de alegría.
Jueves Santo
Ya están montados dos huertos, se han pintado tres murales y se ha diseñado la fachada de la capilla de Fátima en Minas La Florida. En ese lugar, cerca de las tres de la tarde, una señora junto con tres jóvenes, llevan a los misioneros a las ruinas de la Mina Santa Bárbara, también a conocer lo que antes era un tajo.
“Ahora sé que es un paisaje muy manipulado, pero además muy violento. Para mí es ver un paisaje que ha sido violentado, que ha sido depredado por múltiples intereses y el territorio en sí se siente así, Es hostil por la forma en que se ha tratado el territorio en su conjunto”, cuenta sobre esta experiencia Ricardo Hernández, “Campitos”, estudiante de Diseño Urbano y Arquitectura del Paisaje de octavo semestre.
Campitos recorre aquellas ruinas, un lugar que a pesar de estar cerca de un pueblo hace parecer que se trata de un espacio totalmente diferente, cráteres enormes que no son provocados por los impactos de meteoritos, sino por la extracción excesiva del hombre. Se escarba tanto que la tierra tiene otras tonalidades: marrones y amarillentas, en donde se alcanzan a distinguir los mantos de carbón. Después, el joven estudiante se detiene a la entrada de lo que antes era una bocamina y se dispone a tomar una fotografía con su cámara.

“Se me puso chinita la piel cuando llegamos a las ruinas de una mina y en una de las entradas todavía queda una pintura que dice, -Cuídate, tu familia te espera-. Me enojó, sentí rabia en el sentido de que ese cuídate era como si la responsabilidad estuviera sólo en ti y no en las circunstancias de la empresa que no cumple las medidas de seguridad, que no cumple con la con las medidas de la línea de vida, que no hay ventilación, que se acumula el gas grisú”, confiesa Ricardo Hernández, colocando un contexto a la foto que ha tomado.
Y es que estar en aquel lugar, puede evocar a una película de ciencia ficción, no por lo futurista, es penoso decirlo, pero es por lo catastrófico y apocalíptico de sus paisajes.
“Dentro del tajo pude dimensionar el boquete en medio de nada. Pienso como esta tierra, este territorio de la Carbonífera ha sido tratado con mucha avaricia, con mucha violencia, la piedra está explotada, los muros de tierra están desgarrados, se siente la violencia ahí. El paisaje lo dice todo”.

Viernes de crucifixión
Una vez fabricadas las cruces para la memoria, se procede a realizar los hoyos con cerca de cuarenta centímetros de profundidad. La carretera está vacía por momentos, luego camiones que transportan carbón se confieren en ella. Un grupo de chivas cruza sin dar importancia a aquel tráfico escueto, algunas arrastran su mecate. Allí, con el calor dejando el cogote colorado y ardiente se hace la mezcla de arena y cemento y se colocan una a una las nuevas cruces.
Para este punto ya están terminados los huertos, se han impartido talleres sobre prevención de adicciones, autoestima y resolución de conflictos. Por lo cual se procede al Viacrucis Minero. Aquello sucede en la curva de Pasta de Conchos y se dan cita los misioneros del ITESO y la Organización Familia Pasta de Conchos. Los acompaña Elvira Martínez, quien lucha por recuperar los restos de su esposo Jorge Bladimir Muñoz, “Bladi”, también está presente su hijo, Christian, está el ingeniero Iglesias. También se encuentra Yola, madre de Marío Alberto Ruíz Ramos, su hijo fue rescatado en marzo pasado. También está el hijo de Marío, quién lleva su nombre, tiene 19 años, los años que su padre estuvo dentro de Pasta de Conchos.


Y así, mientras los poblados de la Región Carbonífera realizan la representación del Viacrucis, en San Juan de Sabinas se lleva a cabo el “Viacrucis Minero”. Se comienza con la oración de Fray Raúl Vera y después rocía con agua bendita cada una de las cruces; son más de cien. En su momento sólo representaban a los 65 mineros de Pasta de Conchos, pero se sumaron más: BINSA, MICARAN, Barroterán 1969, Pinabete, entre otros siniestros. Es ayudado por el padre Pedro Reyes, quien lo sostiene y cuida al momento de realizar aquel sacramento. Por la noche acompañan las tradiciones de los pueblos mineros: el Pésame a María y la Procesión del Silencio.
“Me parece muy impactante el Viacrucis, cuando fue la Procesión del Silencio fue como una vivencia muy literal. O sea, no sólo fue el símbolo de acompañar a María porque crucificaron a Jesús. Fue como esta representación de muchas mamás y viudas y muchos mineros fallecidos”, afirma Casandra Ramírez, estudiante de octavo semestre de Ingeniería Ambiental.
En esa procesión se carga un ataúd de muerto, literalmente. Se camina por las noches con velas, orando y rezando. Esto parece un cortejo fúnebre, en verdad que lo parece, porque aquí todas las madres son María y todos los mineros son Jesús.
“Lo que más se ve en estos lugares son construcciones como viviendas o salones de eventos enormes, incluso vi como casas de la cultura, todas abandonadas, ya medio destruidas”, refiere Casandra.

Para Maco, el viacrucis que se hace en el Cerro de la Santa Cruz, debería de ser en el Terrero de Barroterán. Lo dice al momento de visitarlo y corroborar el daño ambiental que representa. Casandra, en cambio, expone cómo la sociedad forma parte del paisaje y de la alteración del mismo: “Me impacta sobre todo porque son montañas de carbón y a un lado está un vertedero de basura. Es ver a los huizaches llenos de bolsas de basura y de un montón de cosas. Es un escenario muy apocalíptico, pero lo que me viene a la mente al ver eso es que todo está supercarbonizado, porque claro que tiene un impacto en el agua, en el aire, en el suelo”.
Sábado de Gloria
En La Florida, las y los estudiantes están detenidos más de quince minutos y ven cómo se saca agua con una manguera de un pozo de carbón. El agua se deja caer sobre el patio de esa mina. La manguera nunca termina por vaciar el agua y es muy probable que, mientras leas este texto, esa manguera continúe sacando más agua, se sigue desperdiciando y no se le da un uso adecuado para la comunidad.
Rodolfo Gonzáles Figueroa, “Rodo” es originario de El Limón, Jalisco. Y desde el 2022 acompaña la elaboración de los huertos en la Carbonífera como integrante de Conexiones Climáticas. A la fecha lleva ocho huertos. El que han sembrado en La Florida lleva por nombre “El Huerto del Futuro”.
“Un huerto comunitario es un lugar en donde conviven personas de todas las edades, se aprende, se heredan enseñanzas y el arte de sembrar”, comenta Rodo mientras los adolescentes riegan las camas del huerto recién sembrado.

“Un huerto agroecológico puede ser en cualquier espacio (grande o pequeño) en el cual se siembran semillas de la región, es autosustentable y de autoconsumo”, platica.
Todo ha terminado. Las alumnas y los alumnos deben regresar a Guadalajara y continuar con el estrés de los trabajos finales. Algunas ya se gradúan. Deciden hacer una parada en Cuatro Ciénegas. A poco menos de cuatro horas de distancia y en el mismo estado de Coahuila, todo es diferente. Allí es visitado por múltiples personas, dicen que allí se originó la vida y que hay estromatolitos, unas enigmáticas rocas compuestas por bacterias de millones de años. En sus pozas habitan especies únicas, especies que sólo podemos ver en ese lugar. ¿En La Florida pasará lo mismo?
La minería desperdicia demasiada agua. Se rompen mantos acuíferos. Por ejemplo, los expuestos en los tajos abandonados. Se crean lagunas por la imprudencia de las empresas mineras que no reparan el daño ambiental cuando se acaban las maneras de extraer carbón de un tajo. Los mantos acuíferos que se rompen llegan a la superficie, creando en los tajos lagunas extrañas. Lo que parece imposible y que puede ser un peligro para el entorno es que dentro de los tajos hay patos y otras especies de peces nadando en donde hay residuos de carbón. La alteración de un ecosistema a causa de la minería.
Domingo de Resurrección
Al margen de este texto dejo apostillados testimonios que reflejan la esperanza que buscan otras comunidades en esta zona. Tal vez, el Domingo de Resurrección, sea la mejor metáfora que representa el cambio social en cada uno de estos pueblos, en donde los historiales de tragedias mineras son añejos y que por medio de la reconexión con la naturaleza y la justicia estas comunidades pueden resucitar.

“Hay una cosa que a mí me ha sorprendido, y no sé si son conscientes aquí, pero el poder contar con infancias: yo veo niñas y niños, jóvenes, adultos que ante cualquier actividad responden y trabajan. Son jóvenes adolescentes, niños que saben usar una herramienta de trabajo, que saben tener contacto con la tierra y que se enfrentan al calor, que se enfrentan a la precariedad que a veces hay y en el contexto y, aún así se atreven a crear alternativas como son los huertos. Para mí ese es un mensaje de esperanza tremendo”.
Claudia Macossay, “Maco.”

“Vi toda la vegetación, todos los tipos de rocas. Por ejemplo, los fósiles que había, las plantas, pero conforme el paso de los días me llamó más la atención un paisaje social, por así decirlo”.
Casandra Ramírez.

“Hay otras formas de relacionarnos con la tierra, no sólo explotándola o siendo empleados; sino cuidándolo, transformándolo y haciendo que se reproduzcan las semillas, las flores y que vuelva el agrosistema a restablecer la armonía”.
Rodolfo González Figueroa.
Fotos: Omar Ballesteros*
Edición: Bun Alonso Saldaña
*Escritor y periodista, integrante de la Organización Familia Pasta de Conchos.