Cristi Vargas: el grito de justicia que caracterizó a un colectivo

Las manifestaciones tenían un sello peculiar con la voz de la mujer que jamás emitió una mala palabra contra las autoridades, aunque sí reclamaba que no trabajaran de manera efectiva para localizar a su hijo y al resto de personas desaparecidas.

Los gritos de Cristi hacían que los lugares retumbaran. Su peculiar voz sobresalía en las marchas y demás actividades que realizan las familias de personas desaparecidas desde hace años. Ella buscaba a su hijo Manuel, de quien no supo desde el 28 de junio del 2011.

María Cristina Vargas Camacho nació el 14 de febrero de 1958. Fue una de las mujeres que, sin saber el terreno que pisaba, se arriesgó a salir de su casa, y en sus ratos libres como empleada de un centro comercial, dedicarse a “peinar” las calles de la colonia Satélite Sur, al poniente de Saltillo, Coahuila, uno de los sectores identificados por la presencia de la delincuencia para la venta de drogas y otros delitos.

Cristi Vargas se caracterizó por su participación en las protestas. Foto: Cortesía

Anabel Hernández Vargas, hija de Cristi, recuerda cómo la desaparición de su hermano Manuel cambió a su madre, quien antes disfrutaba del canto de las aves que por años la acompañaron, así como la vida en el campo del municipio de General Cepeda, Coahuila, donde nació, y donde sentía que la revitalizaba el sonido de la acequia. 

La tristeza y la incertidumbre se asomaban cada día después de la desaparición, pero con el paso del tiempo la fortalecieron para convertirla en una de las primeras buscadoras en campo de Coahuila.

Buscaba sin protocolo y sin conocimiento de que estaba en terreno peligroso y dominado por delincuentes presuntamente protegidos por las autoridades.

“Fue en la secundaria que la familia de mi madre se tuvo que trasladar acá a Saltillo. Ella recordaba su infancia con mucha alegría y cariño porque la vida del rancho es muy sana. Nació en 1958 y en la etapa de su niñez, en el rancho, había muchos árboles y corría mucha agua; todo estaba muy verde y le gustaba mucho nadar en los arroyos. 

“Le encantaba montar a caballo y prefería ayudarle más a mi abuelo que a mi abuela que hacía quesos. Le gustaba más andar libre y le encantaba escuchar los pajaritos”, recuerda Anabel.

Su relación con la naturaleza le permitió también fomentar un excelente sentido del humor.

Era una persona alegre y muy coqueta, “Siempre andaba con sus tacones”, pero también de carácter fuerte, “Quizá porque enviudó muy joven y debió hacerse cargo de mi hermano y de mí, y empezó a trabajar”.

Cristi Vargas en una manifestación con integrantes del colectivo. Foto: Cortesía Centro de Derechos Humanos “Fray Juan de Larios”

Fue una amante de la cocina, principalmente de antojitos mexicanos, con los que deleitaba a sus hijos, con quienes amaba convivir en las fiestas familiares, principalmente en Navidad. Todo eso dejó de existir con la desaparición de Manuel.

“No podía disfrutar de un rico platillo o pasarla bien en una reunión familiar o sonreír sabiendo que su hijo no estaba. Yo creo que ya no disfrutaba nada”, menciona Anabel.

Después de la desaparición

Cristi, como cariñosamente era conocida por sus amigas de la tienda donde laboraba, así como las y los integrantes de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (FUUNDEC), no sabía que en la ciudad y en la colonia donde vivía desaparecía gente. Ni siquiera tenía la forma de entender cómo, de un momento a otro, ya no había forma de localizarlas.

El día de la desaparición de Manuel, en casa se encontraba la abuela materna y una de las hermanas de Cristi, que aún vivían en el rancho. Anabel le pidió a su hermano que las llevara al rancho; él accedió, pero dijo que no podía quedarse porque iba a cenar con una amiga que cumplía años. Ya no volvieron a saber de él.

“Nunca nos imaginamos que había familias que pasaban por este horror. Lo empezamos a buscar y reportamos a las autoridades la desaparición, y a pesar de los esfuerzos de mi mamá por encontrar a Manuel, es fecha que no hemos localizado indicios de él, de que esté vivo o de que ya no viviese. 

“Mi mamá dedicó totalmente el resto de su vida a la búsqueda. Eso marcó un antes y después en su vida: ya no sonreía y se le notaba en la cara mucha tristeza. Sus temas de conversación giraban alrededor de búsquedas y de investigar”, señala Anabel.

Cristi destinaba todos sus momentos, después de laborar, a buscar y rastrear posibles recorridos de su hijo, a personas y hasta información diversa en internet que le llevaran al paradero de Manuel.

Cristi Vargas en una reunión de FUUNDEC-M en el 2022. Foto: Cortesía Centro de Derechos Humanos “Fray Juan de Larios”

Recorrió prácticamente todas las calles de la colonia Satélite Sur y colonias de los alrededores, preguntando y documentando lo que la gente le decía.

Identificó lugares de distribución de drogas, conoció otros casos de desaparición, principalmente hombres jóvenes, como Manuel

Era una realidad que ella desconocía, pero que no la intimidó, ni siquiera cuando supuestos agentes de la entonces Procuraduría General del Estado, la fueron a buscar a su lugar de trabajo o preguntaban por ella.

Luego se jubiló y prácticamente dedicó las 24 horas del día a la búsqueda de Manuel. Se convirtió en la voz que distinguía al colectivo FUUNDEC en las manifestaciones.

El timbre peculiar de Cristi no era tolerado por las autoridades, pero ella se mantenía siempre firme.

“Era su digna rabia: ‘Dónde está mi hijo’; ‘Dónde están los desaparecidos’. Era indignación ante tanta impunidad. Su grito retumbaba porque era muy fuerte su reclamo. Junto con otras madres exigían castigo a los culpables”, señala Anabel.

La lucha

Ha pasado más de un año y sus compañeras del colectivo FUUNDEC siguen resintiendo la partida de Cristi.

Las manifestaciones tenían un sello peculiar con la voz de la mujer que jamás emitió una mala palabra contra las autoridades, aunque sí reclamaba que no trabajaran de manera efectiva para localizar a su hijo y al resto de personas desaparecidas.

Una de las anécdotas que el colectivo tiene de Cristi, es una protesta en las instalaciones de la Fiscalía para la Búsqueda y Localización de Personas Desaparecidas, donde se enfrentó a su titular, José Ángel Herrera Cepeda, a quien le pidió que renunciara por la falta de resultados.

Y es que Cristi, al igual que el resto de las familias, estaba cansada de escuchar lo mismo y ver que ni avanzaban las investigaciones, ni en las reuniones con el gobernador en turno.

Lupita Cepeda, madre de Raúl Ignacio, quien desapareció en abril del 2009, fue la confidente de Cristi y quien, a más de un año de su sorpresiva partida, la sigue extrañando.

“Todos los días hablamos. Cuando me sentía mal de salud ella siempre estaba para darme ánimos.

“Yo creo que por la edad nos sentíamos a gusto al platicar, y aunque padecimos del mismo dolor de la desaparición de nuestros hijos, ella siempre estaba para dar un mensaje de paz, de mucho cariño”, comparte Lupita.

Integrantes de FUUNDEC después de la presentación de una investigación sobre desaparición que se hizo desde el Instituto de Ciencias Jurídicas de la UNAM en el 2019. Foto: Cortesía Centro de Derechos Humanos “Fray Juan de Larios”

Mireya Villarreal Salinas, madre de Luis Lauro y Jorge Arturo Cantú, desaparecidos en el 2010, señaló que recuerda a Cristi como una verdadera guerrera que no se quedaba callada ante la inacción de las autoridades.

Afirma que le prometió que en sus oraciones siempre estará Manuel y en las exigencias para encontrar a los desaparecidos, siempre estará presente el hijo de Cristi, junto con los suyos.

Lourdes Herrera, madre de Brandon, quien desapareció junto con su papá, Esteban, y sus dos tíos Gerardo y Gualberto Acosta el 29 de agosto del 2009, describió a Cristi como una mujer muy entera pese a la adversidad, valiente ante el peligro.

“Fue una guerrera, era una luchadora resistente. Con su voz tan potente nos encabezaba las marchas de todo tipo, porque ella era la encargada de decir las consignas; era nuestra voz y no se cansaba reclamando y encarando a las autoridades.

“Era muy humana y se tomaba el tiempo para escribir y compartir la palabra de Dios y diversas oraciones. Siempre tenía una palabra que nos hacía sentir bien”, señala Lourdes.

Lourdes recuerda que cuando Cristi murió, ella aprovechó que la capilla donde se realizó el servicio funerario acababa de abrir para ponerle en su celular sonidos de pájaros, en particular de los ruiseñores, que le encantaban a la madre buscadora.

La voz de Cristi Vargas sobresalía entre las madres buscadoras. Foto: Cuenta de X (@Guadalupepr1983)

Su lucha y aportación a la investigación en los primeros años posteriores a la desaparición de su hijo, fue muy importante para las familias de buscadoras, quienes la consideran un ejemplo de resistencia y coraje, pues transformó su indignación en valentía.

“Nadie merecemos partir sin saber de nuestros hijos o hijas. Se me hace una injusticia muy grande morir sin saber de su hijo después de padecer ese dolor, pero estoy confiada de que desde el cielo Cristi nos sigue acompañando y nos da fortaleza y fuerza para que sigamos aquí, teniendo presentes cada día ante fechas tan difíciles.

“A veces nos baja el ánimo, pero su legado nos permite resurgir y recuperarnos con mucho amor, porque eso nadie nos lo puede quitar”, apunta Lourdes

Anabel señala que, de ser una ama de casa cotidiana, su madre desarrolló muchas capacidades, incluso en el dominio de la tecnología y la investigación para armar un patrón de las desapariciones que conoció:

“Mi mamá siempre fue una mujer muy fuerte tratándose de su hijo, pero se entendía que no solamente era por su hijo, sino que era por la indignación por tantos desaparecidos, y que siga y siga pasando lo mismo… que pase una vez y pase otra vez…

“Incluso localizó a mamás o familias que no estaban organizadas y las ayudó en la investigación y en la búsqueda. Se pasaba horas y horas buscando e incluso aprendió a manejar internet”.

Hasta el último suspiro esperó a su hijo

El característico grito de Cristi fue escuchado por última vez el 9 de mayo de 2024 durante una acto en el que participó junto con sus compañeras de FUUNDEC en la Plaza de Armas de Saltillo, justo en el Árbol de la Esperanza

Como siempre ella fue firme y directa con su exigencia de resultados.En esa ocasión leyó el pronunciamiento del colectivo en el marco del Día de la Madre, fecha que desde 2012 organizaciones de todo el país tomaron como un símbolo para resaltar la labor de las buscadoras. 

Cristi no estaba enferma, afirma su hija, pero el paso de los años sin saber de Manuel afectó su cuerpo y el cansancio y la ansiedad cobraron factura a la mujer buscadora. 

Su partida, el 27 de mayo del 2024, sorprendió a su familia y a su colectivo. Un dolor de cabeza intenso ya no le permitió seguir con la búsqueda de Manuel y conocer al menos un pequeño avance en las investigaciones para tener un indicio de su paradero.

“Lamento muchísimo que por estas autoridades y por este estado corrupto e indolente mi mamá haya tenido que pasar por esa situación. La quiero y la extraño.

“Ella y muchas mamás que están en las mismas circunstancias no se merecen algo así; nadie nos merecemos tener un familiar desaparecido, y ella, hasta su último suspiro, lo esperó”, expresa Anabel.

El 29 de mayo del 2024 la despidieron en el Árbol de la Esperanza. Llevaron su féretro frente al Palacio de Gobierno de Coahuila, lugar donde las autoridades no han resuelto más de tres mil casos de desaparición en el estado, y desde el memorial, las compañeras de FUUNDEC le prometieron a Cristi seguir buscando a Manuel.

Este texto cierra la primera parte de la serie Huella de Resistencia: Historia de buscadoras que publicamos en Heridas Abiertas.